Catulo, amor e improperios
A Catulo o, en propiedad, Caius Valerius Catullus, se le considera el más brillante de los poetae novi o también llamados poetas neotéricos que existieron en Roma en el siglo I a. C. Será, quizás, porque es el único de ellos de cuya obra se conserva algo más que fragmentos.
Catulo y compañía vivieron una época en que la República romana se desmoronaba, y con ella, la fe en las instituciones y el sentimiento de comunidad de los ciudadanos. En este momento las cruentas guerras civiles ponen en cuestión el modelo democrático, y así, frente a la decadencia de lo comunitario, adquiere importancia lo individual, cuyo máximo exponente será la figura del emperador.
En este contexto, se dan en las artes las condiciones para que el individuo alce la voz en su único nombre. Hasta entonces, la épica y el teatro habían sido los géneros preeminentes mientras que los poemas se habían limitado a la consagración de la casa y la bendición de las cosechas.Ahora, en cambio, serán el mejor medio para la expresión de lo subjetivo, de la vivencia personal.
Los neotéricos impulsarán esta nueva aproximación a través de un arte refinado y mundano, detallista y de breve extensión, inspirados en los grandes líricos griegos, entre los que destacaban especialmente, Safo y Calímaco.
Miles de besos
A Catulo, nacido en Verona, (87 a.C- 57 a.C) se le atribuyen unos 113 poemas. Es uno de sus temas principales sus amores con Lesbia, sobrenombre de Clodia, dama romana de la gens(saga) Claudia, con la que el poeta tuvo relaciones en la vida real. El seudónimo es un homenaje a la isla de origen de la poetisa Safo, una de sus claras influencias.
Catulo recorre con Lesbia todos los estadios del enamoramiento. Del cénit del amor, expresado en uno de los poemas más bellos de la historia de la literatura, el Carmen (poema) V:
Viuamus, mea Lesbia, atque amemus, rumoresque senum seueriorum omnes unius aestimemus assis. Soles occidere et redire possunt: nobis, cum semel occidit breuis lux, nox est perpetua una dormienda. Da mi basia mille, deinde centum, dein mille altera, dein secunda centum, deinde usque altera mille, deinde centum. Dein, cum milia multa fecerimus, conturbabimus illa, ne sciamus, aut nequis malus inuidere possit, cum tantum sciat esse basiorum | Vivamos, Lesbia mía, y amémonos. Que los rumores de los viejos severos no nos importen. El sol puede salir y ponerse: nosotros, cuando acabe nuestra breve luz, dormiremos una noche eterna. Dame mil besos, después cien, luego otros mil, luego otros cien, después hasta dos mil, después otra vez cien; luego, cuando lleguemos a muchos miles, perderemos la cuenta, no la sabremos nosotros ni el envidioso, y así no podrá maldecirnos al saber el total de nuestros besos. |